El otoño confirma el cambio climático

El otoño confirma el cambio climático

Este otoño, el cambio climático se ha hecho aún más palpable. Sólo hay que darse una vuelta para ver árboles que brotan al mismo tiempo que pierden las hojas y decenas de orugas que hasta hace unos días seguían activas; cada vez hay menos pájaros, aumenta la contaminación, el verano coletea hasta finales de noviembre, los pantanos están cada vez más secos. Unas señales de manual de cambio climático: «sequías en el Mediterráneo, eventos de precipitaciones intensas, más días y noches cálidos, ciclones tropicales más intensos en el Atlántico Norte, impactos negativos en las cosechas de cereal, reducción de los recursos de agua», son parte de las alarmas que ya lanzara el quinto informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC). Un documento que dibuja diferentes escenarios de impacto del cambio climático en función de las emisiones de CO2. Y que desde 2014 advierte que sin ningún esfuerzo por reducir las emisiones, en 2100 podríamos encontrarnos con temperaturas de entre 3,7-4,8 ºC más respecto al periodo 1850-1900. «Para limitar el calentamiento por debajo de 2ºC habría que estar por debajo de concentraciones de CO2 equivalentes a 450 partes por millón (ppm). Para limitar el calentamiento a 1,5ºC, las concentraciones tendrían que estar por debajo de los 430 ppm», afirma el estudio. El hecho de que en 2016 se haya batido un nuevo récord con 403,3 ppm y de que la primera vez que se superara la barrera de los 400 ppm fuera en 2015, justo cuando se firmaba el Acuerdo de París, indica que vamos camino del peor supuesto. Como dice el IPCC, el 65% del carbono compatible con el objetivo de 2ºC ya se ha emitido a la atmósfera. Y seguimos sumando. «Cada vez son y serán más claras las señales y los escenarios que se cumplan, los más pesimistas. A esto se une otro factor y es que el cambio está siendo mucho más rápido de lo que se pensaba», opina Cristina Monge, directora de Conversaciones de la Fundación Ecodes.

Calor y sequía

Los episodios y el comportamiento del clima es muy complejo, pero «se están clavando las previsiones del IPCC respecto a las olas de calor y las precipitaciones. Es cierto, que no podemos atribuir un episodio concreto al cambio climático pero es evidente que existe. Por ejemplo, las olas de calor de este verano si ocurrieran a principios de siglo se producirían una cada 50 años (entonces había mucho menos CO2). Con el CO2 actual se repiten cada 10 años. Si siguen aumentando las emisiones en 2100 cada tres años aparecerán», explica Ana Casals, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología.

En cuanto a la sequía, es cierto que nuestro país se ve periódicamente afectado por la llamada Oscilación del Atlántico Norte, que es «grosso modo» cómo se colocan el anticiclón de las Azores y la baja de Islandia (la que trae lluvias y que desde hace meses está siendo bloqueada por el anticiclón) pero también que los pronósticos del IPCC se están cumpliendo «No se puede atribuir esta sequía en particular al cambio climático, porque el 54% del tiempo en España estamos en sequía. Sí, que por volumen de precipitaciones de enero a octubre, 2017 está siendo el año más seco desde 1981. Según los estudios de cambio climático, los regímenes de lluvia se están modificando: está más tiempo sin llover y cuando llueve lo hace más intensamente», matiza Casals.

Agricultura

Si hay un sector directamente afectado por el calor y la lluvia es el del campo. «Los dos principales factores que se ven este otoño son el coleteo del verano que se ha alargado –ha empezado a hacer frío a final de noviembre– y las precipitaciones, que han sido anormalmente escasas, seguidas por precipitaciones fuertes para las que el 60-70% del suelo no tiene capacidad de absorción. Lo que vemos es que antes había dos épocas en España, la seca y la húmeda, y ahora hay sólo seca. La sequía en época de siembra supone que el sector del cereal será uno de los grandes afectados. Aún no se puede cuantificar el daño pero muchos agricultores están tomando la decisión de no sembrar. Los cultivos de regadío están en riesgo por la situación de los acuíferos, los embalses en mínimos (al 36% de su capacidad) y cuencas en situación de sequía desde 2016. Hasta junio-julio del año que viene, cuando se acaben los ciclos de cultivo, no se podrá hablar de daños pero la situación ahora mismo es muy preocupante», explica José Carlos Caballero, portavoz de la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (Asaja). Para él la nueva Política Agraria Común debería tener muy en cuenta el cambio climático por las previsiones de aumentos de sequías y pérdidas de cultivo. Además, dice que es el momento de invertir en infraestructuras de aprovechamiento del agua. «La adaptación al clima empieza por una política ambiciosa que contemple trasvases, aprovechamiento de aguas residuales y desaladoras con renovables».

Biodiversidad

Las alteraciones en el clima son como una cadena que afecta a todas las formas de vida y pone en peligro la biodiversidad. «El cambio climático es más relevante en las especies que viven en situaciones extremas como los de alta montaña (porque tienen menos capacidad de adaptación) y las especies acuáticas, porque su medio necesita mucha estabilidad. También lo es en aquellas cuyo hábitat de distribución está menos extendido. El impacto no es inmediato, llega por la acumulación de años. El mayor impacto de este otoño lo veremos en primavera. Si no llueve, hay poca comida para los herbívoros y con el calor los insectos nacen cuando no les toca lo que tiene consecuencias en toda la cadena alimenticia» explica Luis Suárez, responsable de especies de WWF.

Source: A tu salud

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