Mundial 70', Italia ante Alemania: el partido de los partidos

Mundial 70', Italia ante Alemania: el partido de los partidos

 

Samuel Aldrey /@SamuelAldrey

CARACAS. La selección alemana siempre va de blanco, impoluta en su vestimenta y en su historia deportiva. No existe un equipo más seguro de sí mismo que la Mannschaft, hasta el punto de que roza en la vanidad. Pero esa impoluta camiseta Adidas tiene un partido que le duele: la semifinal del Mundial de 1970.

Mundial 70, el partido del siglo. El poste vibraba en la portería de Enrico Albertosi, pero no era un balón lo que la hacía temblar; era la frente de Gianni Rivera que daba cabezazos al poste.

“Le dije de todo porque estaba enojado”, cuenta Albertosi.  “Le dije que si se ponía en el primer poste, el balón no iba a pasar por el medio. ¡Y por ahí pasó! Era el 3 a 3, pero se gira y me dice: ‘Ahora solo me queda hacer un gol’ ”. Y lo hizo.

Rivera un minuto más tarde, antes de que el silbato de Artuto Yamasaki finalizará el partido, resolvió un encuentro que es considerado como el partido del siglo. Y la primera derrota de Alemania ante Italia en partidos oficiales de un gran torneo.

En los primeros 90 minutos los teutones atacaron a morir y los italianos jugaron a lo suyo: compactos, ordenados e infranqueables.

Minuto siete, tras una triangulación oblicua en el borde del área, Boninsegna se acomodó con el balón y lo envió a la cúspide del arco, rozando el poste mayor. Italia tenía el partido donde siempre le gusta, el plato favorito de la Nonna del calcio: el 1-0.

Y así fue hasta el pitido de los 45 minutos. Alemania Federal salió más germana e Italia, más italiana. Los teutones comenzaron a sacar la típica aplanadora: velocidad, precisión y letalidad.

El primer zarpazo teutón no fue hasta que, en un centro lanzado con pura esperanza, Grabowski, en los últimos alientos del partido, hallará a Schnellinger, mítico defensor del Milan. El germano apareció al borde del área pequeña y a quemarropa hizo resucitar un encuentro vibrante y a una selección que ya estaba pensando en regresar a Berlín. Al partido le quedaban 30 minutos más de vida.

La prórroga y la apoteosis. En la prórroga la pelota vivió en un manicomio. Tan loco fue que Beckenbauer jugó con su propia camisa de fuerza, un cabestrillo que tuvo que usar después de dislocarse el hombro y haberse agotado los dos cambios permitidos en ese entonces.

A penas en cuatro minutos de juego, en un córner, ocurrió un galimatías en el área junto a un lapsus defensivo entre Albertosi y Poletti; Müller aprovechó el caos y la mandó a guardar ante la incredulidad de la zaga Azzurra.

Aquello fue el inicio de una pelea de boxeo en los cuadriláteros del área. Golpe dado, golpe devuelto. Cuatro minutos después Italia empataba el partido en una jugada ensayada por Rivera y aprovechada por Burgnich. El 2-2 como habrán notado duraría poco.

Al final de la primera prórroga, la Azzurra fue un lince tras un bochornoso saque de falta alemán. El error tuvo una metamorfosis perfecta en un contraataque mortal: De Sisti profundizó por banda en diagonal y jugó al centro para Riva, que, previo control hacia al área y recorte hacia fuera, cruzó un balón imposible para Maier.

Esos primeros 15 minutos pasaron volando y el resto fueron a velocidad sónica porque el tempo del partido era compuesto por Niccolò Paganini. Era un partido arquetípico del fútbol virtuoso.

El partido no tardó ni cinco minutos tras la reanudación para volver a hacer vibrar en armonía las cuerdas vocales teutonas.  Un saque de esquina en corto se acabó convirtiendo en una bomba al segundo palo. Ahí voló Held. Se hizo levitar del césped, un ilusionista por encima de toda Italia; no cabeceó al arco, los engañó y envió el balón de vuelta al punto blanco del área.

En aquella prisión de piernas estaba hacinado Gerd Müller y en esas situaciones un cazagoles como el ‘Torpedo’ nunca perdona. La alegría del 3-3, envolvió el estadio. Duraría poco.

Italia tardó lo que el silencio de los aficionados y el pitido del árbitro permitió para volver a ponerse por delante en el marcador. Boninsegna, infatigable, se zafó del rival por la banda, dibujó un pase con sonrisa de Mona Lisa  y Rivera engañó a Sepp Maier, el chute fue al primer palo.

Solo quedaban de diez minutos para concluir el partido y, esta vez sí, Italia no dejaría escapar la oportunidad de plantarse, 32 años después, en una final de la Copa del Mundo. El partido de los partidos.

Source: Meridiano

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